jueves, 9 de septiembre de 2010

Ensayo sobre el Falibilismo, la Teoría Consensual de la Verdad y la Fundamentación Última desde el punto de vista de Karl Otto Apel, en el trabajo parlamentario de los Senadores de la República.

INTRODUCCIÓN

Antes de abordar un tema tan complejo como lo es el presente título, es importante señalar que este es mi primer encuentro con el autor, e incluso con la “Teoría de la Verdad y Ética del Discurso” obra de la cual, este capítulo es dedicado al Falibilismo, Teoría Consensual de la Verdad y Fundamentación Última.

Comento lo anterior, porque no quiero pecar de soberbia y exponer mis ideas centrada en la muy probable falsa creencia de que he entendido a cabalidad lo que el autor expresa en las 109 páginas leídas. De hecho, he de precisar que después de leerlas he estado leyendo escritos sobre el autor, para facilitar así mi entendimiento y poder expresar de forma clara, lo que a mí parecer son las ideas del autor.

A lo anterior, he querido darle un matiz parlamentario, las razones son principalmente dos; la primera, versa en que para entender a cabalidad algo hay que ponerlo en práctica o tratar de relacionarlo con algo que se comprenda (o se crea comprender ampliamente); la segunda, es que sin duda la tarea parlamentaria, al ser una vocación que día a día más reafirmo, debe ser la vía más idónea para comprender a un autor que a mi parecer tiene mucho que aportar a la labor realizada en las Cámaras de nuestro país, y en especial a la labor realizada por los Senadores de la República.

APELISMO PARLAMENTARIO

Antes de entrar de lleno al tema que nos ocupa es importante señalar que para Apel la argumentación es algo que nadie puede hacer aisladamente, pues cuando uno argumenta en soledad está necesariamente referido a una comunidad de comunicación real y a una ideal.

Se considera real en el sentido de que se refiere a un idioma, en nuestro caso el parlamentario, y a un ideal, porque argumenta con pretensión de validez intersubjetiva, esto es se argumenta con pretendiendo la validez entre los Senadores y más aún entre los legisladores de ambas Cámaras. Lo anterior, debido al proceso legislativo de carácter constitucional que siguen nuestras normas.

Sin duda uno de los lugares en que en mayor medida, es realizada, o mejor dicho, debiera de ser realizada la argumentación es el Congreso. Ello debido a que es este el espacio en que se toman las decisiones más trascendentales de nuestro país, es decir, donde se realizan las leyes, que sin duda son el parteaguas para la correcta vida en comunidad.

La argumentación es algo que si bien debiera ser el día a día en el trabajo parlamentario, en realidad no se da del todo como debiera, sin duda en parte, debido al falibilismo intrínseco que se produce.

Es por eso que hay que traer aquí algunas consideraciones que pueden ayudar a los Senadores de la República, como legisladores que cuentan con mayor credibilidad, dado que al ser el Senado un órgano colegiado de menor extensión de miembros, es más factible, que se dé un consenso real (entendiendo por este no la simple determinación, sino la determinada determinación hacia un objetivo que es el bien común.

Para dejar más clara la idea, entendiendo esto no como el consenso en la votación, sino como la verdadera convicción de una verdad que adquiere la comunión en varios sujetos y que al parecer por las ideologías planteadas por los partidos políticos, este sería el bien común.

Para ello es importante tomar en consideración algunas luces que nos facilita Apel, a fin que de entender cabalmente estos lineamientos, los Senadores puedan llevar a mejor puerto todas y cada una de sus labores legislativas, pero en particular, las labores que traen aparejadas influenciar a la población en temas de interés nacional. Para lo cual, traigo aquí las siguientes reflexiones de Apel:

1.     Todo juego lingüístico que funcione presupone que los interlocutores comparten determinadas creencias, siendo estas convicciones compartidas e indudables las que operan como paradigmas del uso lingüístico dotado de sentido.

2.     Toda prueba, todo corroborar e invalidar una suposición sucede ya dentro de un sistema. Y este sistema, por cierto, no es un punto de arranque más o menos arbitrario o dudoso de nuestros argumentos, sino que pertenece a la esencia de lo que llamamos un argumento.


3.     Desgraciadamente la falsación es uno de los elementos que más se da entre los Senadores, entendiéndose por esta el acto de argumentativo que consiste en desvirtuar uno de los elementos que componen el discurso para cambiarle el sentido o restarle credibilidad.

4.     En cuanto a la Teoría  Consensual de la Verdad es importante tener en cuenta que la creencia influenciada por el contexto puede convertirse a los ojos de los participantes del mismo, en verdad. Es por ello, que los actores políticos aquí planteados deben tener sumo cuidado al hacer uso de sus expresiones, ya que ellas repercuten en el pueblo.

5.     En el conocimiento de una idea el elemento objeto es sometido a la percepción subjetiva, en contraposición, por lo que en ocasiones esta percepción se ve desvirtuada por el color del Senador, es decir, por la filiación policía que tiene. Cabe aquí hacer la observación de que no nos referimos a la ideología, pues en ocasiones las ideologías, ni siquiera son del todo comprendidas por los parlamentarios.

6.     Es importante señalar que la palabra consenso implica forzosamente en este documento como una participación plural de sujetos que tratan el mismo tema, y en consecuencia, se refleja una diversidad de afirmaciones que conllevan a la defensa de pretensiones de validez, que en otras palabras generan dialéctica, que son llamadas discurso.

7.     Para ello es importante entender como acción o discurso el acto u actos a través de los cuales los sujetos interactúan tratando de probar su pretensión de validez individual a efectos de nutrir el conocimientos del resto de los entes participantes. Lo cual, se da cabalmente en el Senado, entre los compañeros legisladores, pero no siempre de forma afortunada.

8.     El discurso, por tanto consiste en la forma que asume la comunicación, caracterizada por la argumentación. La cual, debe entenderse como la presentación de las pretensiones de validez conflictuadas para ser examinadas por los hablantes (Senadores) para determinar su legitimidad.

9.     Debiéndose entender como una pretensión de validez a aquella ¨verdad¨  (o aseveración cuyo contenido refleja un estado de cosas claramente verificables) que afirmamos en los enunciados de manera argumentativa por lo que los actos de habla afirmativos, aunque debemos aceptar que no pueden ser calificados como verdaderos o falsos sino justificados o injustificados.

10. En un proceso discursivo, los participantes no sustentan las pretensiones de validez de sus afirmaciones en hechos, sino en las razones que los llevan a afirmar tal o cual cosa procurando con esto generar una convicción mas o menos generalizada, es decir el propio consenso de verdad cuyo fundamento según Habermas, la verdad no recae en el objeto sino que es un elemento que se sustenta en los enunciados y se funda en razones.

11. Por otro lado, la verdad es el resultado de una argumentación intersubjetiva, pues diferentes sujetos pueden predicar algo de las cosas y cuestionarse mutuamente las pretensiones de verdad de sus afirmaciones, ya sea nutriéndose entre sí de conocimiento o generando una convicción amplia de afirmaciones de validez.

12. Todo intento de fundamentación filosófica nos conduce irreparablemente a un fallido intento de conceptualización con una regresión infinita, a un círculo lógico, es decir, a dar vueltas en círculos, o a una interrupción arbitraria del razonamiento que implicaría una abdicación total.

13.  Por ello, Apel propone el sometimiento de los hechos argumentados a un razonamiento critico, es decir, sugiere la realización inquisitiva de la verdad mediante el sometimiento de los argumentos a cuestionarlos sobre las condiciones de posibilidad de validez del conocimiento, asimismo, condiciona a su acreditación a la fundamentación del conocimiento.

14. El falibilismo, afirma que una proposición puede ser negada con el simple hecho de variar uno de sus valores de verdad, es decir, todas las afirmaciones filosóficas, y en nuestro caso estudiando una parte de la filosofía de lo analizado por esta que es la política, por mucho que estén estructuradas se conforman por factores imprenscindibles cuya usencia desvirtuaría cualquier supuesta verdad.

15. Es de destacarse que el falibilismo no se debe equiparar con la posibilidad de ¨falsear¨ una teoría o afirmación, sino arrancarle no solo su validez sino su esencia de verdad.

16. La ética del discurso se caracteriza precisamente por el hecho de que no pretende que la fundamentación filosófica reemplace a los resultados de los discursos prácticos entre aquellos a quienes afecta una determinada decisión.

17. La fundamentación de las normas situacionales concretas es transferida a los afectados o bien a los representantes de éstos.

18.  La ética discursiva sólo fundamenta el principio formal - procedimental para las discusiones correspondientes, es decir, el principio que exige precisamente que los conflictos sean resueltos mediante esas discusiones, mediante discursos, y no por el uso de la violencia. Como es el caso que nos ocupa.

19. Lo que la ética discursiva exige es que todos los conflictos y todas las diferencias de opinión acerca de pretensiones de validez —y con ello también la fundamentación de normas— sean sometidos a los discursos de los afectados o sus representantes.

20. Las soluciones deben buscarse allí y no en la violencia ni en negociaciones parlamentarias que sólo buscan intereses y no el consenso real.


CONCLUSIONES
En ocasiones los Senadores de la República se allegan de datos e información que no tiene una exacta relación. Ello lo hacen con la finalidad de caer en verdades absolutas, que generalmente, son todo menos verdades.
Todas las decisiones parlamentarias deberían ser tomadas después de ser escuchados discursos libres de violencia, es decir, por argumentos y no por simple palabrería.
Desafortunadamente en la mayoría de los casos lo que realmente tiene lugar es una mera negociación y, en vez de percibir y respetar los intereses de los representados, lo común es que sólo se tengan en cuenta algunos intereses incluso a costa de los intereses de los representados.
Es necesario hacer una crítica de las actuales conversaciones y los encuentros públicos que pretenden ser discursos de nuestros Senadores. Si de lo que se trata es de fundamentar normas, realizar convenios, poner en marcha actividades colectivas o asumir responsabilidad por las consecuencias y subconsecuencias de actividades colectivas siempre está ya reconocido que debe seguirse el principio del discurso, pero entendiéndose este como un discurso ético.